sábado, 18 de octubre de 2014

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO




“Pagad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Jesús concluye con estas palabras el intento de fariseos y herodianos de ponerle en dificultad ante el pueblo y ante las autoridades con motivo del tributo impuesto por los romanos. Pero esta sentencia de Jesús contiene un mensaje aún válido para nosotros, que vivimos en una realidad socio-política muy diferente diferente.

            Fariseos y herodianos eran dos grupos políticos que ejercían un real poder en la Palestina del entonces. Los fariseos, fieles a las prescripciones de la ley mosaica, eran contrarios al poder romano, pero lo aceptaban por razones prácticas.. Los partidarios de Herodes, en cambio, eran colaboradores decididos de Roma. La cuestión planteada a Jesús era algo más que un simple juego de palabras, pues intentaba ponerle ante un compromiso cargado de graves consecuencias. Jesús sabe que sus interlocutores no buscan respuestas concretas sino que tratan de ponerle en dificultad. Con la moneda del tributo en la mano, que se ha hecho dar por los mismos que lo interrogaban, Jesús decide: «Pagad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios».

            Invitando a dar al César lo que le corresponde, Jesús reconoce que el poder político tiene su valor, que le compete responsabilidad para trabajar en bien del pueblo. Delicadamente invita a entender que todo poder humano entra en el plan de Dios y tiene su papel en el esquema de la historia de la salvación. Es desde esta perspectiva que conviene entender la primera lectura de este domingo, que interpreta, desde el designio de Dios de salvar a su pueblo, los acontecimientos políticos que, a mediados del siglo VI antes de Cristo, llevaron a Ciro, rey de los persas, a vencer y subyugar los demás estados del Medio Oriente.

            Jesús es el Mesías enviado por Dios, pero este hecho no supone que pueda arrogarse funciones y responsabilidades que competen a la autoridad humana. Jesús ha venido a anunciar el reino de Dios y la llamada divina a recibir el reino y sus exigencias, pero esto no supone ningún conflicto con las realidades representadas por los estados y poderes humanos. Pero esta actitud no invita a desentenderse de las realidades de la sociedad humana organizada. El que quiere ser discípulo de Jesús no puede quedarse al margen de la vida social ni desinteresarse de ella, sino que ha de asumir las obligaciones comunes. Jesús ´no es un anarquista contrario al poder humano. Es aceptando los derechos legítimos del César, es decir, asumiendo las realidades de su tiempo y de su pueblo, que Jesús manifiesta su soberana libertad de Hijo de Dios.

            Insistiendo en la necesidad de dar a Dios lo que es de Dios, Jesús invita a vivir la propia vida en todos sus aspectos, incluidas las obligaciones políticas y sociales, en la fidelidad a Dios. Si el estado puede exigir del hombre sus servicios y sus bienes, con más razón Dios puede exigir el empeño total de la persona humana, que escoge servirle. Ser testigos del reino de Dios en el mundo está reñido con una indiferencia hacia las realidades terrenas, considerándolas como sin valor. El cristiano, precisamente porque está empeñado a ser fiel a las exigencias del Reino, no puede rehuir la colaboración con las realidades del mundo, las cuales conservando su valor y su autonomía, permanecen sometidas al dominio supremo del Creador.

            La celebración de este domingo debe ayudarnos a trabajar para dar a Dios lo que es de Dios, demostrando en todo momento la actividad de nuestra fe, el esfuerzo de nuestro amor y el aguante de nuestra esperanza, características que San Pablo, en la segunda lectura, recordaba como propias de los cristianos de Tesalónica, sin olvidar la responsabilidad que pesa sobre nosotros, como ciudadanos del mundo, de dar, también con empeño, al Cesar lo que es del Cesar, contribuyendo para que en el mundo puedan reinar la libertad, la justicia y la paz.

Jorge Gibert Tarruell
Monje cisterciense
Abadía de Santa María de Viaceli

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