viernes, 22 de enero de 2016

LITURGIA: Tiempo Ordinario


 En la liturgia, el  Tiempo Ordinario desarrolla el  misterio pascual de un modo progresivo y profundo y podríamos decir, que con mayor naturalidad aún que otros tiempos litúrgicos, cuyo contenido está a veces mucho más polarizado por una temática muy concreta. Para la mistagogia de los bautizados que al menos cada domingo  celebramos la Eucaristía, el Tiempo Ordinario, significa un programa continuado de penetración en el misterio de salvación, siguiendo la existencia humana de Jesús a través de los evangelios, contenido principal y esencial de la celebración litúrgica de la iglesia.

            El Tiempo Ordinario tiene su gracia particular que debemos vivir gozosamente en cada momento del día, ya que es un Tiempo Litúrgico para contemplar a un Cristo ya maduro, responsable ante la misión que le encomendó su Padre, lo vemos crecer en edad, sabiduría y gracia delante de Dios su Padre y de los hombres, lo vemos ir y venir, desvivirse por cumplir la Voluntad de su Padre y brindarse a los hombres.

            Así también nosotros en el Tiempo Ordinario debemos buscar crecer y madurar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, y sobre todo, cumplir con gozo la Voluntad Santísima de Dios. Pero esta es la gracia que debemos buscar e implorar de Dios durante las 33 semanas (aunque esté dividido en dos partes por otros tiempos litúrgicos) dedicadas a este Tiempo Ordinario.  

            Crecer… el que no crece, se estanca, enferma y hasta puede morir. Debemos crecer en nuestro vivir diario: en la vida espiritual, en la vida profesional, en la santificación  de nuestra tareas diarias: -cada cual tenemos las nuestras- mas, también y podemos afirmar, que sobre todas estas cosas, crecer en nuestra relación con los demás. Debemos crecer aún a pesar de nuestros sufrimientos y dificultades, éxitos, fracasos. Incluso vivir el sufrimiento, como una gracia de Dios muy especial, porque nos ofrece la ocasión de ejercitarnos en las virtudes. Con ello, el Tiempo Ordinario se convierte como en un gimnasio espiritual auténtico, para crecer en la identificación con Jesucristo en el acto supremo del Amor al hombre. Es decir, nos ayuda muy eficazmente a encontrar a Dios en los acontecimientos diarios, nos ejercita en las virtudes cristianas y nos hace crecer en santidad, que es la santidad de Dios hecha vida en nosotros. Es así como todo en nosotros se convierte en tiempo de gracia de Dios, en tiempo de salvación y santificación.

De este modo, todo es gracia para quien está atento al querer de Dios y lo vive con fe y amor, haciéndose realidad lo que rezamos en el prefacio VI dominical de la misa: “En ti vivimos, nos movemos y existimos y todavía peregrinos en este mundo, no sólo experimentamos las pruebas cotidianas de tu amor, sino que poseemos ya en prenda la vida futura, pues esperamos gozar de la Pascua eterna, porque tenemos las primicias del Espíritu por el que resucitaste a Jesús de entre los muertos”.

            Rogamos al Espíritu Santo que nos enseñe a  aprovechar este Tiempo Ordinario con gran fervor, y que no nos deje decaer nunca en la desesperanza, sino que nos haga crecer en el deseo continuo de vivir intensamente ese tiempo de gracia y salvación. No hay duda que así  también es como encontraremos a Dios en cada rincón de nuestro día, viviremos las virtudes teologales en cada momento sin demasiado esfuerzo casi con naturalidad. Basta tener ojos de fe para descubrirlo, no vivir miopes y encerrados en nuestro egoísmo y problemas. Dios está pasando por nuestro camino, lo recorre con nosotros y lo va santificando todo.


Pues como vamos viendo, el Tiempo Ordinario litúrgico nos enseña y posibilita Mirar a Cristo Apóstol que desde temprano ora a su Padre, y durante el día se desvive llevando la salvación a todos, terminando el día rendido a los pies de su Padre, que lo consuela y lo llena de su infinito amor, de ese amor que nos comunicará a raudales.

            Cristo Jesús, en este Tiempo Ordinario, déjanos acompañarte para que aprendamos de ti a cómo comportarnos con tu Padre, con los demás, con los acontecimientos prósperos o adversos de la vida. Queremos caminar contigo siempre, queremos ser santos para contigo santificar y elevar  nuestro mundo.

                                                                                                                        H. MJP

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