GÉNERO LITERARIO
El
Salmo 51 es un salmo se súplica o lamentación individual. La súplica se pone
casi en primer término. El salmista solicita sin rodeos y con notable
insistencia el perdón de Dios por el pecado cometido (5, 8), no sin antes haber
invocado su misericordia y bondad (v. 3). Está dolorido por los remordimientos,
confiesa la irrupción de una grave falta en su vida (v. 5-6) y suplica, no sólo
que lo salve sino que también lo purifique renovándole en lo más íntimo de su
ser (11-12) después de ver su sincera contrición, y como pago cantará su
misericordia con himnos (v. 17) traduciéndolo con un sacrificio personal
(v. 19). La conclusión amplía el alcance del salmo (v. 20-21).
Parece
que fue redactado en el contexto histórico del exilio o inmediatamente después
del retorno de Babilonia, cuando el pueblo tenía muy vivo el sentimiento de que
su propia culpabilidad fue la causa de los sufrimientos del destierro. El salmo
expresa esos sentimientos del pueblo de Israel que quiere asumir todas las
infidelidades de su propia historia para explicarlas; desde el pecado de David
con Betsabé, hasta aquellas otras culpas que originaron el destierro y la
destrucción de la Ciudad Santa; “Señor líbrame de la sangre” (la que
derramó David a causa de los malos deseos); “Señor reconstruye las murallas de
Jerusalén” (destruidas a causa de las infidelidades de los reyes de Judá y de
su pueblo).
ELEMENTOS INTEGRANTES DE LOS
SALMOS DE SÚPLICA
A) Invocación
del nombre de Yahvé
Mediante
esta invocación, el salmista establece contacto directo con Dios a quien va
dirigida la súplica. Esta simple invocación ya es una verdadera oración. La
virtud salvífica de Dios empieza a fluir sobre el alma atribulada. Para un
semita, los nombres no son palabras convencionales y vacías, sino que se
confunden con la persona. De ahí que el nombre divino se confunde con Dios
mismo y está dotado de virtud y fuerza salvífica. En el salterio
frecuentemente se hayan yuxtapuestas estas dos expresiones: “fuerza de Dios” y
“nombre de Dios “(Sal 54, 3).
De
ahí, la importancia que también se concede en la Biblia al nombre de
Dios: “Nuestra fuerza es el nombre de Yahvé” (Sal 124, 8); “Torre inexpugnable
es el nombre de Yahvé; en ella se refugia el justo” (Prov. 18, 10). Los
salmistas contraponen la fuerza del nombre de Yahvé con la debilidad de las
fuerzas humanas: “Estos en sus carros, aquellos en sus caballos; pero nosotros,
en el nombre de Yahvé somos fuertes” (Sal 20, 8). La fuerza que tenía para el
israelita el solo nombre de Yahvé se deduce asimismo de la solemnidad con que
está rodeada Su revelación en el libro del Éxodo (c. 3).
B) Situación
del salmista
Más
o menos extensa y de una forma más o menos clara y explícita, el salmista hace
siempre una descripción de la situación en que se encuentra y de la tribulación
que le aqueja. Tribulaciones que pueden ser corporales, morales o espirituales.
Mediante esta descripción, el salmista conseguía un doble efecto: se desahogaba
en la presencia de Dios y mitigaba su dolor (Sab 3, 24; 10. 1); a la vez que
también intentaba así tocar el corazón de Dios y disponerlo a favor suyo.
C) Súplica
propiamente dicha
La
súplica es la nota más característica de este género de salmos. Es tal la
intensidad y la fuerza con que se dirige a Dios, que su súplica aparece
en la Biblia como una personificación viviente. Las fórmulas más
frecuentes son: “Óyeme Señor, escúchame, mira, sálvame, ayúdame”. A veces la
súplica es tan acuciante y urgente, que se dirige a Dios en términos
antropomórficos, como si se tratase de un hombre que está dormido:
“Despiértate, abre tus oídos, levántate”; o como si Dios estuviese ocupado en
otra cosa: “Mira, presta oído a mis palabras, escucha”. O insiste en arrancarle
a Dios una respuesta favorable: “Respóndeme con tu auxilio, haz que yo
experimente el gozo y la alegría”. Algunos salmos formulan la súplica en
términos de gran fuerza dramática: “¿Hasta cuándo Señor? ¿Me olvidarás por
siempre? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?”.
D) Motivos
de súplica
Casi
siempre la súplica va acompañada de los motivos que el salmista tiene ara
esperar la ayuda divina. Con la evocación de estos motivos de confianza, el
salmista se propone un doble fin: afianzarse él mismo en la fe y confianza en
Dios; urgir y mover la misericordia divina.
Los
principales motivos son:
-Los
atributos divinos: misericordia, bondad, fidelidad, santidad, justicia,
omnisciencia. Estos atributos suelen expresarse mediante vocativos: “mi socorro,
mi roca, mi fortaleza, mi escudo, mi fuerza”. Otras veces estás formulados en
términos más generales: “Escuchas a los que a ti claman; proteges a los que se
refugian en ti; liberas al pobre del prepotente”.
-La
confianza del salmista en Dios: Esta confianza está expresada de distintas
maneras: “a ti me acojo, en ti confío, en ti están puestos mis ojos, espero
siempre en el Señor, a tus manos encomiendo mi espíritu”.
-Otros
motivos de confianza: la penitencia, el ayuno, el llanto, la confesión de los
pecados. Todos estos motivos son aducidos con frecuencia por quienes se ven
aquejados de alguna dolencia ya que los israelitas consideraban la enfermedad
como castigo del pecado. También suelen apoyar sus plegarias en la debilidad y
la flaqueza anejas a la naturaleza humana que disminuyen la culpa.
ELEMENTOS INTEGRANTES Y
CARACTERÍSTICAS PROPIAS DE LOS SALMOS DE SÚPLICA INDIVIDUAL QUE SE DAN EN EL
SALMO 50
A) Invocación del
nombre de Yahvé
También
el salmo 51 comienza invocando a Yahvé a la vez que le suplica por el perdón de
sus pecados (v. 3-4). La llamada se dirige al atributo de la misericordia y
versa directamente sobre los pecados y delitos. Si hay males de otro orden que
haya movido al orante a reconocer sus culpas, no se dice en el salmo. En su
lenguaje es el pecado mismo lo que se ha erguido en su conciencia como un mal
trascendente que rompe su relación con Dios y siente profundamente que nadie
sino Dios puede librarle ya que es algo que afecta a su relación con Él. Es
este sentimiento profundo y doloroso el que le impulsa a invocar a Dios
suplicándole Su perdón.
B) Situación
del salmista
El
salmista reconoce y hace confesión directa de su culpa (v. 5-8). Se dice consciente
y responsable de ella y está como obsesionado pues se siente en la presencia de
Dios y aunque en su camino estén también los hombres, su pecado es
esencialmente contra Dios: Dios es el autor de todo el orden, y su transgresión
es ante todo contra Él. Su relación con Él ha sufrido una ruptura y está en
estado de conflicto (religioso más que ético). El reconocimiento de su culpa,
pone en evidencia impresionante la justicia de Dios: primero por contraste y
segundo, al reconocerle la razón al castigar. Si el orante no reconociera sus
pecados, la justicia de Dios al castigarle no sería reconocida como tal, pero
la confesión, la pone en evidencia. Al reconocerse con tendencia a pecar desde
su nacimiento quiere mostrarse a sí mismo en toda la desnudez de pecador.
Al afirmar su condición pecadora, no es para acusar a su madre como culpable ni
tampoco culpa a Dios puesto que se manifiesta consciente que fue Él, el
que puso en lo profundo de su ser una exigencia de verdad y una pequeña semilla
de sabiduría que es precisamente la conciencia acusadora. Esta es la que le
hace descubrir su conflicto con Dios y la que le induce a repararlo. Es una luz
de Dios que lo conduce de nuevo a Su encuentro.
C) Súplica
propiamente dicha
Al
reconocimiento de la culpa sigue la petición más insistente por el perdón
divino. Dios le puede “lavar” y anular sus consecuencias (v. 9-14). La petición
es gradual, como si quisiera reproducir todo el proceso de purificación desde
el “lavado” externo hasta la alegría interna y la paz completa del perdón. Aunque Dios
limpie sus faltas perdonando su pecado, el salmista conoce por dónde le llevará
de nuevo el impulso torcido de su torcido ser. Es necesario que haga de él una
criatura nueva, con un espíritu recto, con un corazón puro, con aliento divino:
Por eso su petición es que Dios no le deseche de esta condición, sino que le
renueve para empezar la vida bajo el signo de la liberación.
D) Motivos
de súplica
El
salmista siente la certeza de que será escuchada su oración y la expresa en
promesas y propósitos (v. 15-19). Dará a conocer a los descarriados los caminos
de Dios, publicará Su justicia y cantará Sus alabanzas que son el don más
espontáneo del que ha sentido el gozo de la liberación y es también la mejor acción
de gracias. Pero es una forma nueva de urgir aun la realización de lo pedido.
El orante pide todavía la inmunidad de posibles acciones de pecado, invocando a
la vez al Dios de su salvación, pide también el don de la alabanza que es don
de ese mismo Dios. Los objetos mejores que el salmista encuentra como acción de
gracias no son los sacrificios de animales, sino su propio corazón, contrito y
partido en ofrenda. Ningún otro sacrificio puede reemplazarlo adecuadamente.
CRISTIANIZACIÓN
Y ACTUALIZACIÓN DEL SALMO 51
Esta
súplica expresad en el salmo 51 es válida para los creyentes de cualquier
tiempo y latitud ya que expresa los sentimientos más universales y profundos
del corazón humano.
En
él, el cristiano expresa el reconocimiento humilde de su complicidad en la
muerte de Jesús, “su culpa, su delito, superado, su maldad” son el repudio por
nuestra parte de la presencia de Dios en Cristo y de Cristo en la comunidad
eclesial y en cada hombre.
Somos
raza de pecadores: “en pecado nacimos”. Nuestra humillante condición provoca
continuas expresiones de pecado, interiores y exteriores, individuales y
comunitarias, personales y estructurales. Estamos manchados y manchamos.
Nuestro pecado es nuestro ateísmo teórico y práctico, nuestro egoísmo deicida.
¿Quién nos librará de este cuerpo de pecado?
Invocamos
la infinita misericordia de Dios; por ella Dios nos lavará y purificará.
Nuestra vida es, gracia a Su inagotable condescendencia, historia de salvación,
de purificación. Nuestra existencia culminará en la justificación y
purificación total; entonces llegará a su plenitud la nueva creación; hará
desbordar la alegría e instaurará el nuevo culto en el que nuestro espíritu y
corazón serán el holocausto agradable a Él.
El
cristiano hoy puede y debe rezar este salmo de lirismo trastornador para
expresar su contrición, el desgarramiento de su ama; para implorar a su vez, la
piedad del Salvador y su propia renovación interior.
Hna. María José