Oh Dios, que por la
de la Virgen María
preparaste a tu Hijo
una digna morada,
y en previsión de la muerte
de tu Hijo
la preservaste
de todo pecado, concédenos,
por su intercesión,
llegar a ti
limpios de todas
nuestras culpas.
Dijo Dios a la
serpiente: Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la
suya; ella te herirá en la cabeza. El relato del Génesis que se lee hoy evoca
la situación del hombre que, al desobedecer a Dios, quedó sometido al combate constante entre el bien y
el mal. Sin embargo la tradición cristiana ha sabido descubrir en esta página
sombría un signo de esperanza en el sentido de que la victoria final será para
el género humano. En efecto, la estirpe de la mujer vencerá al maligno, cuando
Dios, hecho hombre en el seno de María, se convertirá en salvación para toda la
humanidad. El nombre de "madre de todos los hombres" con el que Adán
saluda a Eva, encontrará su total realización en María, cuya maternidad será
extendida, al pie de la cruz y por voluntad de Jesús crucificado, a todos los
hijos de Dios.
El designio de salvación dispuesto por
Dios ha sido recordado por San Pablo en la segunda lectura, al afirmar que Él
ha bendecido en Jesús a toda la humanidad para que fuésemos santos e irreprochables
ante él por el amor, para alabanza de su gloria. Este magnífico plan preparado
por Dios tuvo su inicio en la persona de María, elegida y predestinada por Dios
para ser la Madre
de su Hijo en el momento de la Encarnación. El privilegio de la Concepción Inmaculada
de María no aleja a la humilde Virgen de Nazaret del resto del pueblo de Dios,
sino que hace de ella la primera criatura que recibe el don gratuito de la
bendición divina en toda su plenitud, obtenida por el sacrificio de Jesús para
todo el género humano.
La lectura del Evangelio recuerda el
anuncio del Ángel a María. Es uno de los textos bíblicos que más ha servido a
la reflexión cristiana para profundizar el misterio de María, y en particular,
su Concepción Inmaculada. San Lucas, al narrar el anuncio del Ángel a María,
con sus palabras escogidas con precisión, evoca un contexto de referencias
bíblicas que abren horizontes vastísimos, y colocan el "fiat", el sí
de la Virgen
en el centro de la historia de la salvación. «Alégrate, llena de gracia, -dice
el Ángel -, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres... No temas,
has encontrado gracia ante Dios».
Las palabras del Ángel, colocadas en el
contexto de toda la
Escritura bíblico,
hacen comprender que los anuncios proféticos relativos al pueblo
escogido, no han de aplicarse a un pueblo concreto en la historia sino al resto
fiel del pueblo, sobre el cual Dios ha mantenido su misericordia, y entre este
resto fiel han de entenderse sobre todo como relativas a la humilde Virgen
María, que aceptó acoger al Dios que, en su amor, viene a salvar a todos los
hombres que estén dispuestos a acogerle con la misma generosidad de María.
Sobre María descansa el Espíritu del Altísimo, aquel mismo Espíritu que al
comienzo planeaba sobre las aguas para dar vida al universo, y que en el éxodo
guió a Israel hacia la tierra prometida.
En el corazón del Adviento, el tiempo
litúrgico que invita a esperar la manifestación gloriosa del Señor, que, según
las antiguas promesas, viene a salvar a todos los hombres, la contemplación del
misterio de María en su Concepción Inmaculada, ofrece un ejemplo de esta
salvación, que ha manifestado toda su magnificencia. En efecto, María es la
primera criatura que ha sido redimida en plenitud, que ha participado totalmente
en el misterio salvador de Jesús. María es pues el vértice santo
del pueblo de Dios llamado a la santidad. Como cantaremos en el Prefacio, ella
es «Comienzo e imagen de la
Iglesia », a la cual pertenecemos también nosotros. Ella, con
su "fiat" indica el camino a seguir, nos enseña a abrirnos
generosamente a la acción salvadora de Dios, para que un día, con Ella, podamos
participar plenamente en el Reino que su Hijo nos ha preparado.
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