sábado, 6 de diciembre de 2014

FIESTA DE LA INMACULADA

Oh Dios, que por la
 Concepción Inmaculada 
de la Virgen María 
preparaste a tu Hijo 
una digna morada, 
y en previsión de la muerte
 de tu Hijo la preservaste 
de todo pecado, concédenos, 
por su intercesión, 
llegar a ti limpios de todas
 nuestras culpas.


          Dijo Dios a la serpiente: Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza. El relato del Génesis que se lee hoy evoca la situación del hombre que, al desobedecer a Dios, quedó  sometido al combate constante entre el bien y el mal. Sin embargo la tradición cristiana ha sabido descubrir en esta página sombría un signo de esperanza en el sentido de que la victoria final será para el género humano. En efecto, la estirpe de la mujer vencerá al maligno, cuando Dios, hecho hombre en el seno de María, se convertirá en salvación para toda la humanidad. El nombre de "madre de todos los hombres" con el que Adán saluda a Eva, encontrará su total realización en María, cuya maternidad será extendida, al pie de la cruz y por voluntad de Jesús crucificado, a todos los hijos de Dios.

         El designio de salvación dispuesto por Dios ha sido recordado por San Pablo en la segunda lectura, al afirmar que Él ha bendecido en Jesús a toda la humanidad para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor, para alabanza de su gloria. Este magnífico plan preparado por Dios tuvo su inicio en la persona de María, elegida y predestinada por Dios para ser la Madre de su Hijo en el momento de la Encarnación. El privilegio de la Concepción Inmaculada de María no aleja a la humilde Virgen de Nazaret del resto del pueblo de Dios, sino que hace de ella la primera criatura que recibe el don gratuito de la bendición divina en toda su plenitud, obtenida por el sacrificio de Jesús para todo el género humano.

         La lectura del Evangelio recuerda el anuncio del Ángel a María. Es uno de los textos bíblicos que más ha servido a la reflexión cristiana para profundizar el misterio de María, y en particular, su Concepción Inmaculada. San Lucas, al narrar el anuncio del Ángel a María, con sus palabras escogidas con precisión, evoca un contexto de referencias bíblicas que abren horizontes vastísimos, y colocan el "fiat", el sí de la Virgen en el centro de la historia de la salvación. «Alégrate, llena de gracia, -dice el Ángel -, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres... No temas, has encontrado gracia ante Dios».

         Las palabras del Ángel, colocadas en el contexto de toda la Escritura bíblico,  hacen comprender que los anuncios proféticos relativos al pueblo escogido, no han de aplicarse a un pueblo concreto en la historia sino al resto fiel del pueblo, sobre el cual Dios ha mantenido su misericordia, y entre este resto fiel han de entenderse sobre todo como relativas a la humilde Virgen María, que aceptó acoger al Dios que, en su amor, viene a salvar a todos los hombres que estén dispuestos a acogerle con la misma generosidad de María. Sobre María descansa el Espíritu del Altísimo, aquel mismo Espíritu que al comienzo planeaba sobre las aguas para dar vida al universo, y que en el éxodo guió a Israel hacia la tierra prometida.

         En el corazón del Adviento, el tiempo litúrgico que invita a esperar la manifestación gloriosa del Señor, que, según las antiguas promesas, viene a salvar a todos los hombres, la contemplación del misterio de María en su Concepción Inmaculada, ofrece un ejemplo de esta salvación, que ha manifestado toda su magnificencia. En efecto, María es la primera criatura que ha sido redimida en plenitud, que ha participado totalmente en el misterio salvador de Jesús. María es pues el vértice santo del pueblo de Dios llamado a la santidad. Como cantaremos en el Prefacio, ella es «Comienzo e imagen de la Iglesia», a la cual pertenecemos también nosotros. Ella, con su "fiat" indica el camino a seguir, nos enseña a abrirnos generosamente a la acción salvadora de Dios, para que un día, con Ella, podamos participar plenamente en el Reino que su Hijo nos ha preparado.






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