sábado, 26 de marzo de 2016

"RESUCITÓ DE VERAS MI AMOR Y MI ESPERANZA" ¡ALELUYA!



          Ha llegado la Pascua, Cristo ha resucitado y todos los creyentes nos sentimos felices. Quizá porque ha acabado la Cuaresma y ya podemos dejar los ejercicios ascéticos (si los hemos practicado) empezando por el ayuno, y para eso nada mejor que empezar por una buena comida. Psicológicamente está comprobado que cuánto más una persona se ha esforzado en la ascesis cuaresmal, cuando acaba la Cuaresma, esta tensión explota y muchas veces se da el fenómeno contrario y se piensa en liberarse de tanto sacrificio buscando el placer con más denuedo que antes de empezar el período Cuaresmal.

La Cuaresma nos pide una purificación del corazón, una conversión profunda, y esto no es algo que dure 40 días. La conversión es una actitud que debe acompañarnos cada día de nuestra existencia ya que es un crecer en el amor. Si Dios es Amor, si Su Amor es infinito, entonces este crecimiento no puede acabar nunca sino que llegará a plenitud cuando resucitemos con Cristo.

Así es, la conversión no es algo triste y penoso, es algo maravilloso pues nos ayuda con la gracia de Dios a vivir más íntimamente en unión con Él. A vivir en lo más profundo de Su compasivo y misericordioso Corazón recibiendo sin cesar ríos de bendiciones. Podríamos decir sin miedo a equivocarnos, que Dios es también alegría, Felicidad, Dicha, Gozo…, por tanto, cuánto más nos identifiquemos con Cristo, cuánto más seamos morada de la Trinidad, cuánto más amemos con el mismo amor de Cristo (sólo posible si vivimos de, en y por Su Amor)  más felices seremos sin duda alguna.

La Resurrección de Jesús inaugura la nuestra, y debemos empezar ya a vivir una vida nueva. Jesús resucita por nosotros, porque nos ama, nos ha librado de nuestros pecados, nos ha salvado, redimido y nos abre las puertas del Cielo para poder gozar eternamente de Dios en una felicidad infinita. Él vive con nosotros, no nos ha dejado ni abandonado, sigue caminando junto a nosotros para ayudarnos a alcanzar la patria verdadera a la cual nos encaminamos. Cristo en la Eucaristía nos espera para inundarnos de Él mismo y vivir ya una vida resucitada que nos alcance la vida feliz y sin fin en el Cielo.

1 comentario:

  1. Gracias Hermanas por la Excelencia de sus Reflexiones. Que la Gracia de Dios las Santifique cada
    dia

    ResponderEliminar