domingo, 24 de abril de 2011

La Alegría Pascual




El Señor ha resucitado de entre los muertos,
 como lo había dicho,
 alegrémonos y regocijémonos todos,
 porque reina para siempre. ¡Aleluya!

         Servid al Señor con alegría, porque la tristeza y el mal humor dañan la generosidad. Ama a Dios con toda el alma y con buena cara. Así agradarás a Él y a los hermanos. Dice la Escritura que la alegría alarga la vida en muchos sentidos (Eclo 30, 21):

         Primero porque la vida sin alegría no merece la pena, y el hombre deja de luchar por ella si está triste. Ante los agobios y calamidades, se suele decir: “¡Esto no es vida!” La alegría siempre abre caminos hacia delante, alarga la vida, no sólo en años sino en calidad y en vivencias de paz. Además, la alegría tiene los brazos muy largos  para poder llegar lejos compartiéndola con los hermanos.

Pero además aquí hablamos de la alegría que tiene su origen en Cristo, en su amor redentor que estamos viviendo tan intensamente en estas celebraciones pascuales. Solo esta alegría es real y duradera, compatible con el sufrimiento que la vida humana conlleva inevitablemente.

         Esta alegría que viene se Dios  tiene como resultado que no sólo tú vas a ser feliz, sino que vas a ayudar a los demás a que también lo sean, ya que se transmite  espontánea y sencillamente, porque es  auténtica y cuanto más se vive y comparte, mayor es la felicidad para poder comunicarla y mayor es  la paz que te devuelve.

La liturgia del tiempo pascual nos repite con mil textos diferentes estas mismas palabras: Alegraos, no perdáis jamás la paz y la alegría; servid al Señor con alegría, pues no existe otra forma de servirle.

     Esta es la autentica y única alegría, no surge porque las cosas van bien, -en este caso  sería una alegría muy efímera-, sino cuando viene de sabernos  amados y salvados por Dios.

     En un himno de la Liturgia de las Horas de este tiempo pascual, se le denomina al Señor: ¡Alegría del mundo!  Cristo, es la fuente de la verdadera alegría, porque Él es la Alegría. Tras su resurrección, todo es novedad en el universo, y en cada uno de nosotros. Él nos ha ganado la vida, la Vida Eterna, y en esperanza la gozamos ya en este mundo. Y la esperanza no es evasión a tiempos mejores, sino  vivir conscientemente el presente que es lo más adecuado para preparar el futuro.

Así, estando  alegres, es la forma de dar gracias a Dios por su amor salvador. La alegría es el primer regalo del nuestro cariño y agradecimiento que le debemos, la manera más sencilla y sincera de demostrar que tenemos conciencia de los de ese amor loco e infinito que nos ha manifestado dando su vida en la cruz por nuestra salvación.

Nuestro Padre Dios está contento con nosotros cuando nos ve felices y alegres con el gozo y la dicha verdaderos. La tristeza nace del desamor o al menos, de la indiferencia con relación a  Él.

Jesús llama dichosos a todos los que sin ver creen, sintámonos así, dichosos de saber que Jesús ha resucitado y con ello, ha vencido a la muerte, ha vencido al pecado, y nos ha devuelto la gracia que perdimos por el pecado.

Vivamos la alegría de la resurrección, en cada uno de los acontecimientos que nos toque vivir, tenemos motivos más que suficientes para ser felices, Dios nos quiere felices, es por eso, que dejándose llevar por su Amor, ofreció a su propio Hijo como Redentor

Dios quiere que le sirvamos con alegría. Por lo que estamos alegres en el Señor dándole gracias y aclamándole con cantos de agradecimiento.
        

Cristo, alegría del mundo,
alegría del mundo,
resplandor de la gloria del Padre.
¡Bendita la mañana
que anuncia tu esplendor al universo

                                                                S. Adoración V. (O.Cist)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Amen

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