1. Género literario
El salmo 15 es
un salmo de confianza individual. Desde el punto de vista literario es un canto
lírico de gran contenido teológico. Puede denominarse también una oración de
esperanza mesiánica. Esta composición alcanza una de las cumbres religiosas más
altas del AT., que preludian la doctrina del NT, en materia de escatología
individual. La distribución rítmica es bastante regular, a base de cuatro
estrofas, abundando los paralelismos sinónimos.
Este salmo es
una expansión confidencial del lama que encuentra su felicidad en vivir en
compañía de Dios, porque Él es la fuente única de todo bien (vv. 1-2). De aquí
se sigue la simpatía por todos los que son fieles a su Dios y la aversión hacia
los que se entregan a prácticas idolátricas (vv. 3-4). Los ídolos lejos de
otorgar la felicidad a los seguidores, con ocasión de grandes perversiones morales
de prácticas crueles e inhumanas, llegando hasta el derramamiento de sangre
humana en sus libaciones. Al contrario, el que sigue a Yavé ha encontrado su
porción selecta (v. 5). El salmista consciente de este privilegio, tiene, de
día y de noche, presente en su mente a su Dios y ansía y espera perpetuar esta
intimidad espiritual de vida con su Dios aún por encima de la muerte (vv.
7-10).
Los autores
que suponen que el salmo es de David, creen que el poeta regio expresa su
fidelidad a Yavé y a los suyos en el momento de ser expulsado a la tierra de
los filisteos[1]. Esta expatriación forzosa
habría de ser una invitación a la apostasía, ya que, en la mentalidad de los
antiguos, cada región tenía sus dioses: eius
religio cuius et natio. David al contario, al salir del territorio de Yavé,
entonaría un himno de adhesión incondicional a Yavé y a sus seguidores, los
santos, los llamados tales porque adoran al Santo por excelencia y habitan en
la tierra “santificada” por su presencia en el Tabernáculo. Para el salmista,
los nobles o príncipes no son los que ocupan altos cargos sociales ni los que
tienen bienes de fortuna conforme a la estimación popular, sino los que se
amoldan a la vocación de Israel, que debe ser una “nación santa”[2]; por
eso, sus componentes -cumplidores de la ley de Dios- son considerados como
santos.
2. “Elementos integrantes de los salmos de confianza individual”
a)
Invocación
del nombre de Yavé
El nombre
divino se encuentra entre las primeras palabras del salmo. Mediante esta
invocación, el salmista establece contacto directo con Dios a quien va dirigida
la súplica confiada. Esta simple invocación del nombre de Yavé es ya una
verdadera oración. La virtud salvífica de Dios empieza a fluir sobre el alma
atribulada. Para un semita los nombres no son palabras convencionales y vacías,
sino que se confunden con la esencia de la persona. De ahí que el nombre divino
se confunda con Dios mismo y está dotado de virtud y fuerza salvífica. En el
salterio se hallan yuxtapuestas frecuentemente estas dos expresiones “fuerza de
Dios” y “nombre de Dios”[3]. De
ahí también la importancia que se concede en la Biblia al nombre de Dios:
“Nuestra fuerza es el nombre de Yavé”[4];
Torre inexpugnable es el nombre de Yavé; en ella se refugia el justo y está
seguro”[5]. Los
salmistas contraponen la fuerza del nombre de Yavé con la debilidad de las
fuerzas humanas: “Estos en sus carros, aquellos en sus caballos; pero nosotros,
en el nombre de Yavé, nuestro Dios, somos fuertes”[6].
David vence a Goliat “En el nombre de Yavé”[7]. La
fuerza que tenía para el israelita el solo nombre de Yavé se deduce asimismo de
la solemnidad con que está rodeada su revelación en el libro del Éxodo[8].
Más o menos
extensamente y en una forma más o menos explícita, el salmista hace siempre una
descripción de la situación en que se encuentra y de la tribulación que le
aqueja. Estas tribulaciones pueden ser
corporales, morales o espirituales.
Como los
salmos de confianza individual vienen a ser una subclase de los salmos de
súplica o lamentación individual, los motivos de confianza en Dios, que
constituían allí uno de los elementos psicológicos del salmista, se encuentran
aquí ampliamente desarrollados y dan la tónica general del salmo, pero éste
apoyado en la confianza en la confianza en Dios, se mueve en una atmósfera de
seguridad, paz y alegría, que estaba ausente en los salmos de súplica.
En estos
salmos, la inspiración y la espiritualidad del salterio alcanza una de sus
metas más altas.
b)
Súplica
confiada
La súplica
confiada constituye la nota más característica de los salmos de confianza. Es
aquí especialmente donde notamos la actitud simple y espontánea del salmista
hacia de su Dios. Invoca a Dios: óyeme, ayúdame, protégeme, sálvame, ten piedad
de mí. Si Yavé demora, el grito se hace más osado: despierta, levántate,
vuélvete a mí, respóndeme[9]. Las
preguntas pueden llegar a ser osadamente insistentes: ¿Por cuánto tiempo me
olvidarás? ¿Por qué permaneces tan apartado? ¿Cuándo vas a poner de nuevo tus
ojos sobre mí?
La confianza
del salmista, se basa en la
Alianza y en la elección divina. Es incompatible que el justo
sea confundido, porque su salvación personal en la que espera no es sino la
aplicación a su caso particular de la salvación nacional y la redención de todo
el pueblo de Dios. El Dios de la
Alianza pide de los hombres sumisión y confianza; y allí
donde existe esta confianza Yavé intervendrá.
c)
Motivos de súplica
confiada
Casi siempre
la súplica confiada va acompañada de los motivos que el salmista tiene para
esperar la ayuda divina. Con esta evocación de los motivos de confianza, el
salmista se propone un doble fin: a) Afianzarse él mismo en la fe y confianza
en Dios. b) Urgir y mover la misericordia divina.
Los
principales motivos son:
-Los atributos
divinos: misericordia, bondad, fidelidad, santidad, justicia, omnisciencia.
Estos atributos suelen estar expresados mediante vocativos: mi socorro, mi
roca, mi fortaleza, mi escudo, mi fuerza. Los atributos divinos están
formulados, a veces, en términos generales: escuchas a los que a ti claman;
proteges a quienes se refugian en ti; liberas al pobre del preponderante.
-La confianza
del salmista en Dios. Esta confianza está expresada de varias maneras: a ti me
acojo, en ti confío, en ti están puestos mis ojos, espero siempre en el Señor,
en tus manos encomiendo mi espíritu.
-Otros motivos
de confianza: la penitencia, el ayuno, el llanto, cilicio y la confesión de los
pecados. Todos estos motivos son aducidos con frecuencia por quienes se ven
aquejados de alguna dolencia, ya que los israelitas consideraban la enfermedad
como castigo del pecado. También suelen apoyar sus plegarias en la debilidad y
flaqueza anejas a la naturaleza humana, que disminuyan la culpa. La brevedad de
la vida, es, a su vez, otro motivo.
3. “Elementos integrantes y
característicos propios de los salmos de confianza individual que se dan en el
salmo 15”
a)
Invocación
del nombre de Yavé, y súplica confiada
El salmista
comienza invocando el nombre de Yavé. El comienzo (vv. 1-2) es parecido al de
una súplica, con invocación de títulos de protección y asilo. Paralelos con
ellos están los de señorío y bien supremo, que el orante proclama citándose a
sí mismo. Con esto la oración se transforma en alabanza. Para el orante no hay
más bienes que el de estar bajo el amparo de su Dios. Otros hay, sin embargo,
que corren tras los “santos” y los “potentes” de la tierra, que multiplican
ídolos y centros de atracción, como si en Dios no hubiera el poder de proteger
y la atracción que satisface todo anhelo (vv. 3-4).
b)
Situación
del salmista
Con el poder
de Yavé, el salmista no desea contacto, no les tributa honores, ni siquiera
toma sus nombres en su boca (v. 4). Todo su haber y su destino están en Dios, y
no encuentra suerte más dichosa: él es la fuente única de todos los bienes
deseables (vv. 4-6). Dios mismo es quien le guía por caminos que llevan hacia
él; pero incluso sus “entrañas” le sugieren el camino. El solo saber que está
cerca de él o en la senda por donde se le encuentra, hace vibrar su alma y los
miembros todos de su cuerpo del deseo de alabarle; le da sensación de paz y de
contento (vv. 7-9).
c)
Motivos de
confianza
Y tornando a
la alocución directa del comienzo, expresa el salmista, concluyendo, la
confianza, la certeza en su suerte. Dios no le dejará bajo el dominio de los
poderes enemigos, ni entregará su vida a las potencias del seol. Sólo la vida
plena es su destino, la vida junto a Dios, su hartura, con hartura de delicias
(vv. 10-11). El salmista desea vivir y habla sólo de la vida. La amistad divina
es para él la fuente de la vida: él es quien le defiende de todos los peligros
y corona sus días de todos los bienes deseables. Los caminos por donde Dios
conduce, son ellos mismos vida; su contrario no es la muerte biológica, sino
los caminos del seol, que ya son ellos dominio de la muerte. En efecto, la vida
plena del salmista consiste en la amistad de Dios; con ella no se siente la
amenaza, de la muerte, como si nunca hubiera de venir a interponerse en el
camino. Esa vida de delicias es, además de bien en sí, signo de amistad de
Dios: el morir es, por el contrario, el signo de que Dios ha dejado de
condescender en su favor.
4. “Cristianización y actuación del salmo 15”
El cristiano,
como el salmista, no ha de poner su confianza más que en Dios, a quien ha
escogido como bien supremo, su guía y protector que le librará del peligro en
todo momento. Al leer salmo, podemos escuchar a Cristo paciente, expresando su
confianza ilimitada en Dios. Los cristianos debemos recorrer el mismo camino
que él para llegar al Padre y entrar en la vida eterna. Confiando en Dios y en
Cristo, gozamos también de una paz y una alegría sin límites.
Quien ha
encontrado en el cristianismo su auténtica vocación no sufre ningún tipo de
desencanto. Porque no nace su vocación de la huida, sino del compromiso
humanizador. La lucidez con la que rechaza la servidumbre de los ídolos y de
otros señores de la tierra supone en cada cristiano renuncia, soledad y hasta
amenazas. El Señor fue y sigue siendo el Refugio de su vida, el lote de su
herencia, lote hermoso y encantador. En Él está la suerte de su porvenir y de
su liberación.
La vocación
cristiana es fuente de felicidad, de gozo interior, de serenidad. Es como
caminar por el sendero de la vida, que conduce a un encuentro más pleno y
definitivo con el Padre.
Hna. Florinda Panizo