-"Hemos encontrado al Mesías. Al día siguiente, Juan estaba todavía allí con dos de sus discípulos y, fijando su mirada en Jesús que pasaba, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Y los dos discípulos, oyéndole hablar así, siguieron a Jesús".
Qué
buscamos muchas veces cuando también nosotros nos ponemos en camino, cuando nos
acercamos a algo o alguien, cuando nos ponemos a dar vueltas y vueltas y ya no
se trata solo de caminos por algunos lugares, sino más bien muchas veces dentro
de nosotros porque hay algo que nos inquieta, algo que nos llama la atención,
algo que nos hace hacernos preguntas, algo que nos hace quedarnos como
extasiados por tantas vueltas que le damos a las cosas en la cabeza que al final
no sabemos ni donde estamos la respuesta está en que hay que fijar la “mirada” en Jesús y hablar con los verbos que utiliza el
Evangelio de hoy para decirnos cómo se produce la verdadera evangelización.
Juan Bautista no retiene a sus discípulos, más bien es como si los preparara
para el encuentro más decisivo de sus vidas, el encuentro con Cristo. Anunciar
el Evangelio no es seducir, es decir, no es conducir a uno mismo, sino que es
conducir a Cristo y necesariamente saber dar un paso atrás, dejando que Cristo
ocupe el espacio más decisivo. Pero todo esto siempre en la concreción de una
relación. Por eso se anuncia el Evangelio “estando” con la gente, es decir,
construyendo relaciones estables y fiables, compartiendo tiempo y cosas, y
dejando que la simple “presencia” se convierta en el Evangelio mismo. Se
evangeliza con la mirada fija en Dios. En
esa mirada los demás se dan cuenta enseguida de a qué o a quién hemos dirigido
nuestra vida. Los verdaderos testigos saben mantener la mirada fija en Cristo y
es esta postura suya la que transmite el mensaje adecuado. Cuando, por el
contrario, la mirada es mundana, desplazada hacia las cosas del mundo, entonces
el gran ausente es el propio Cristo. Sin embargo cuando se mira al Señor, se evangeliza con “palabras”,
no porque sean buscadas y seductoras, sino porque son palabras que saben
transmitir verdad y la misericordia, en lugar de juicio y condena. La palabra
adecuada en el momento oportuno puede abrir los corazones al encuentro con
Cristo. Por el contrario, la palabra equivocada en el momento equivocado puede
actuar como un muro de por vida a este encuentro. Por eso, Juan el Bautista nos
indica tres verbos como tres maneras de evangelizar sin dejarnos aprisionar por
la ansiedad del rendimiento. Y la verdadera prueba de este anuncio es la
libertad con la que los discípulos dejan a Juan para seguir a Jesús. La Iglesia
que evangeliza no crea adeptos, sino buscadores. No ofrece lugares
tranquilizadores sino posibilidades ambiciosas para ir más allá donde esta la
verdadera meta que es Dios.
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