sábado, 4 de enero de 2025

4 de enero Jn, 1-35-42 -Hemos encontrado al Mesías.

 

-"Hemos encontrado al Mesías. Al día siguiente, Juan estaba todavía allí con dos de sus discípulos y, fijando su mirada en Jesús que pasaba, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Y los dos discípulos, oyéndole hablar así, siguieron a Jesús".

         Qué buscamos muchas veces cuando también nosotros nos ponemos en camino, cuando nos acercamos a algo o alguien, cuando nos ponemos a dar vueltas y vueltas y ya no se trata solo de caminos por algunos lugares, sino más bien muchas veces dentro de nosotros porque hay algo que nos inquieta, algo que nos llama la atención, algo que nos hace hacernos preguntas, algo que nos hace quedarnos como extasiados por tantas vueltas que le damos a las cosas en la cabeza que al final no sabemos ni donde estamos la respuesta está en que hay que  fijar la “mirada” en Jesús  y hablar con los verbos que utiliza el Evangelio de hoy para decirnos cómo se produce la verdadera evangelización. Juan Bautista no retiene a sus discípulos, más bien es como si los preparara para el encuentro más decisivo de sus vidas, el encuentro con Cristo. Anunciar el Evangelio no es seducir, es decir, no es conducir a uno mismo, sino que es conducir a Cristo y necesariamente saber dar un paso atrás, dejando que Cristo ocupe el espacio más decisivo. Pero todo esto siempre en la concreción de una relación. Por eso se anuncia el Evangelio “estando” con la gente, es decir, construyendo relaciones estables y fiables, compartiendo tiempo y cosas, y dejando que la simple “presencia” se convierta en el Evangelio mismo. Se evangeliza con la mirada fija en Dios.  En esa mirada los demás se dan cuenta enseguida de a qué o a quién hemos dirigido nuestra vida. Los verdaderos testigos saben mantener la mirada fija en Cristo y es esta postura suya la que transmite el mensaje adecuado. Cuando, por el contrario, la mirada es mundana, desplazada hacia las cosas del mundo, entonces el gran ausente es el propio Cristo.         Sin embargo cuando  se mira al Señor, se evangeliza con “palabras”, no porque sean buscadas y seductoras, sino porque son palabras que saben transmitir verdad y la misericordia, en lugar de juicio y condena. La palabra adecuada en el momento oportuno puede abrir los corazones al encuentro con Cristo. Por el contrario, la palabra equivocada en el momento equivocado puede actuar como un muro de por vida a este encuentro. Por eso, Juan el Bautista nos indica tres verbos como tres maneras de evangelizar sin dejarnos aprisionar por la ansiedad del rendimiento. Y la verdadera prueba de este anuncio es la libertad con la que los discípulos dejan a Juan para seguir a Jesús. La Iglesia que evangeliza no crea adeptos, sino buscadores. No ofrece lugares tranquilizadores sino posibilidades ambiciosas para ir más allá donde esta la verdadera meta que es Dios.


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