sábado, 21 de noviembre de 2015

VEN A REINAR EN NUESTRAS VIDAS SEÑOR

     
"MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO"
         Último domingo del año litúrgico. Es una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico, porque celebramos a Cristo como el Rey del universo. Es decir, celebramos la pertenencia de todo y de todos a Dios. Cristo es el Rey del universo y de cada uno de nosotros. Su Reino es el Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz.
Celebramos que Cristo puede empezar a reinar en nuestros corazones, deseándolo con intensidad, Este deseo es decirle que sí,  es abrirle la puerta de nuestra vida, de nuestro corazón para que reine y en él. De esta forma vamos instaurando desde ahora el Reino de Cristo en nosotros mismos,  en nuestros hogares, comunidades, empresas y ambiente en general.
          Jesús nos habla de las características de su Reino a través de varias parábolas en el capítulo 13 de Mateo: “es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus ramas”; “es semejante al fermento que una mujer toma y echa en tres medidas de harina hasta que fermenta toda”; “es semejante a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta, y lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo”; “es semejante a un mercader que busca perlas preciosas, y hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra”.
         En ellas, Jesús nos hace ver claramente que vale la pena buscarlo y encontrarlo, que vivir el Reino de Dios vale más que todos los tesoros de la tierra y que su crecimiento será grande. Aunque ese crecimiento no sea visible y nadie sepa cómo ni cuándo, será eficaz.
      La Iglesia tiene el encargo de orar y predicar para extender el reinado de Jesucristo entre los hombres. Su oración, predicación y extensión, debe ser el centro de nuestro afán y vida como miembros de la Iglesia. Con esto conseguiremos alcanzar un mundo nuevo en el que reine el amor, la paz y la justicia y la salvación eterna de todos los hombres.
        Para lograr que Jesús reine en nuestra vida, en primer lugar debemos conocer a Cristo. La lectura y reflexión del Evangelio, la oración personal y los sacramentos son medios para conocerlo y de los que se reciben gracias que van abriendo nuestros corazones a su amor. Se trata de conocer a Cristo de una manera experiencial y no sólo teológica.
       Al conocer a Cristo empezaremos a amarlo de manera espontánea, porque Él es toda bondad. Y cuando uno está enamorado se le nota.
      El amor nos llevará casi sin darnos cuenta a pensar como Cristo, querer como Cristo y a sentir como Cristo, viviendo una vida de verdadera caridad y autenticidad cristiana. Cuando imitamos a Cristo conociéndolo y amándolo, entonces podemos experimentar que el Reino de Cristo ha comenzado para nosotros.
        Por último, vendrá el compromiso apostólico que consiste en llevar nuestro amor a la acción de extender el Reino de Cristo a todas las almas mediante obras concretas de cada uno en su medio. No nos podremos detener. Nuestro amor comenzará a desbordarse.
        Dedicar nuestra vida a la extensión del Reino de Cristo en la tierra es lo mejor que podemos hacer, pues Cristo nos premiará con una alegría y una paz profundas e imperturbables en todas las circunstancias de la vida.
A lo largo de la historia hay innumerables testimonios de cristianos que han dado la vida por Cristo como el Rey de sus vidas, ellas nos sirven de estímulo y ejemplo. 






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