«Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad
sus senderos;
elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo
escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.»
elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo
escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.»
Juan Bautista
nos exhorta que nos preparemos para
encontrarnos con Dios. Nuestra vida tiene que reflejar en todo momento que
somos cada uno de nosotros, los hombres y mujeres, la comunidad de los
creyentes, los que nos ponemos en camino. Sin embargo, es preciso recordar que
si nos podemos encontrar con Dios es, en primer lugar, porque Él sale a
nuestro encuentro. Él tiene la iniciativa en la relación con el hombre,
nosotros la respuesta.
En este
encuentro, Dios nos pone todas las facilidades y nos hace propicio el camino:
"Dios ha mandado abajarse a todos
los montes elevados, a todas las colinas encumbradas, ha mandado que se llenen
los barrancos hasta allanar el suelo, para que Israel camine con seguridad,
guiado por la gloria de Dios; ha mandado al bosque y a los árboles fragantes
hacer sombra a Israel. Porque Dios guiará a Israel entre fiestas, a la luz de
su gloria, con su justicia y su misericordia". Israel ahora somos cada
uno de nosotros, es la comunidad eclesial a la que pertenecemos es la Iglesia entera.
En la relación
entre Dios y las personas, en este encuentro que preparamos en el tiempo del
adviento, la iniciativa es de Dios. El camino que lleva a Dios no lo hemos
construido nosotros, es Dios quien lo ha trazado en la vida y obra de su Hijo
Jesucristo.
Este
encuentro con Dios, de da porque primero Dios del hombre y la respuesta del
hombre se da hoy y aquí con cada uno de nosotros. Entonces, en Belem, fue una
presencia real, y hoy es un encuentro real, con las connotaciones históricas y culturales
propias de nuestra época. Pero para que el encuentro se pueda realizarse, el hoy
hombre también tiene que andar su parte de camino.
"Preparad el camino al Señor". El
camino, se prepara con frutos de justicia: "así llegaréis al día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de
frutos de justicia..." No podemos olvidar que el mejor modo de estar
dispuestos a recibir a Cristo en nuestra vida es una vida repleta de frutos que
se corresponden con la voluntad de Dios. La justicia divina es lo que se ajusta
a la voluntad de Dios. Lo que se ajusta a la voluntad de Dios es el amor. Amor
a Dios mismo, como correspondencia, amor a los hermanos y a todo lo creado y
redimido por Él.
Para que todo
eso pueda darse, debe haber un cambio de mentalidad y proceder en nosotros, eso
significa que tenemos que ir disponiéndoos una identificación creciente con
Jesús, para parecernos más a él cada día
en todo.
Juan, el
bautista habla de un bautismo de
conversión. Y es que ese cambio es precisamente un camino de conversión.
Nuestro bautismo es una continua llamada a convertirnos a un cambio de
actitudes, es una invitación a vivir cada momento de nuestra vida en común-unión
con Dios. Y así se hace plena realidad la buena noticia, porque es “real” que Dios está cerca de nosotros, con
nosotros, en nosotros. El está viniendo en cada persona y acontecimiento, está
llamando a la puerta de nuestro corazón con su mano divina, invitándonos a
caminar juntos, a mirar juntos hacia el mismo horizonte.
Pero como
hemos dicho, la conversión solo se dará si estamos dispuestos a salir de
nuestro aislamiento, a dejar esa soledad egoísta en la que a menudo nos
escondemos para que no nos moleste nadie, y abrir nuestro corazón a este Dios
que llega. No podemos dejar que los valores de este mundo se metan en nuestro
modo de pensar y actuar, valores que, si no estamos vigilantes entran muy
sutilmente en nuestros sentidos nos incapacitan para encontrarnos con Jesús.
Estos valores del mundo son entre otros:
el tener, el poder, la fama, el relativismo, consumismo, el hedonismo etc. La
sociedad de hoy en general es lo que vive. Frente a ellos hay que poner los
valores del amor, el servicio y la humildad.
.
Es preciso
manifestar con toda nuestra vida que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios, que hay otros valores más importantes por
los que merece la pena luchar.
Dios está
continuamente en camino hacia el hombre, hacia ti, concretamente, allanando tu
camino, llamándote por medio de los profetas. Si quieres caminar hacia su
encuentro tienes que hacerlo con frutos de justicia y con la conversión del
corazón, superando los obstáculos de los valores del mundo.
Que el Señor
nos ayude a dejar nuestro aislamiento y a salir a su encuentro, para que unidos
a nuestros hermanos acojamos felices su venida. Caminemos unidos. Salgamos
juntos al encuentro de Dios que se hace niño para compartirse, darse, entregarse
y regalarnos la salvación.