viernes, 20 de mayo de 2016

GRORIAL AL PADRE, AL HIJO Y AL ESPÍRITU SANTO


 Este domingo celebramos el gran amor que Dios nos tiene. Él nos invita a compartir su propia vida trinitaria. Su vida es dar y darse. Por el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo somos hijos de Dios. Por lo cual, cuando llamamos Padre a Dios, expresamos el misterio más grande que existe, la “Trinidad Santísima”.  Dios mismo ha abierto su "corazón", su "intimidad"; ha revelado que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un sólo Dios y tres Personas que desde toda la eternidad viven en íntima comunidad, en amor recíproco y la entrega más completa.

Este Misterio trinitario es evento salvador. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han estado siempre presentes en la historia de la humanidad, donando la vida y comunicando su amor; introduciendo y transformando el devenir de la historia. El Nuevo Testamento, nos muestra con claridad una estructura trinitaria actuando en conjunto en la salvación, que ha continuado en la Iglesia desde los orígenes, en la raíz de la fe viva de la primera comunidad cristiana haciéndose presente, principalmente, en el acto del bautismo de cada uno y en la expresión de fe del mismo Bautismo encuentra su plenitud. “…Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu santo.” 

               La Solemnidad de la Santísima Trinidad nos recuerda cada año más viva e íntimamente que Dios Padre quiere venir a vivir en nosotros y con nosotros, y que debemos crecer en el deseo de estar siempre con el corazón abierto a la acogida de la presencia Trinitaria en un continuo ¡Gloria al Padre!

               Nos recuerda también que el Hijo, Jesús, la Palabra, nos invita a escuchar del Padre: “eres mi hijo, eres mi alegría” y que debemos acoger  esta Palabra en nuestro interior y vivir en un continuo ¡Gloria al Hijo!


Y por último, nos recuerda que debemos estar a la escucha, porque el Espíritu Santo grita en nosotros, que somos hijos en el Hijo y por tanto hermanos en Él y por Él, que debemos tener continuamente nuestras manos extendidas, acogiendo a todos los hombres y mujeres en su diversidad de rostros, viviendo en un perenne ¡Gloria al Espíritu Santo!

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