Él soportó nuestros
sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo tuvimos por leproso,
herido por Dios y humillado,
traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Él soportó el castigo que nos trae la paz.
Por sus llagas hemos sido curados.
Mientras que el Hijo de Dios es condenado y entregado a muerte, muchos nos entregamos a los placeres de la vida y disfrute de las vacaciones sin Dios.
Con esto, no quiero herir a nadie que se sienta identificado con este momento, pero resulta que, la indiferencia, el desprecio y el desamor por el Hijo de Dios es grande. ¡Qué pena!
Esto sucede porque aún no han conocido a Jesús en persona, porque si realmente le amasen con todo su corazón y sus vidas, estarían ahora, en este momento, de rodillas adorándole y postrados ante sus pies.
Porque él, es el Amor primero, y del que procede todo amor humano.
Él es la fuente de la felicidad verdadera, frente a las felicidades efímeras, que desaparecen como el humo.
Porque fuera de Él, nada existe y nada llena.
Cuando el hombre cree haber alcanzado la felicidad gracias a sus esfuerzos, triunfos, títulos, y economía, no sabe lo que se pierde.
Esta es la Buena Noticia: Que Jesús ha pasado por desprecios, escupitajos, burlas, humillaciones… hasta una muerte en Cruz (como mueren los malditos) porque nos Ama a Todos sin distinción, ama sin tener en cuenta nuestras infidelidades, miserias y pecados. Porque Todo Él, es AMOR.
TAN GRANDE ES SU AMOR, QUE NOS SIGUE ESPERANDO CON LOS BRAZOS ABIERTOS EN CRUZ.
Marlene Suárez Francia