miércoles, 15 de junio de 2011

Oraciones a la Santísima Trinidad.



¡Oh Deidad eterna! ¡Oh eterna Trinidad!
Que por la unión de la naturaleza divina
Diste tanto valor a la sangre de tu hijo unigénito!
Tú eres como un mar profundo
En el que cuánto más busco más encuentro
Y cuanto más encuentro más busco.
Tú sacias al alma de una manera insaciable,
Sacias y siempre queda hambre de ti,
Con el deseo ansioso de verte a ti,
La Luz en tu eterna luz.

Con la luz de la inteligencia gusté
Y vi en tu luz tu abismo, eterna Trinidad,
y revistiéndome yo misma de ti
Vi que sería imagen tuya,  ya que tú Padre eterno,
Me haces participe de tu poder y sabiduría
Que es propia de tu Hijo Unigénito.
Y el Espíritu Santo que procede
Del Padre y del Hijo,
Me ha dado la voluntad que me hace capaz
Para el amor.

Tú, Trinidad eterna, eres mi hacedor
E iluminada por ti, redimida por la sangre de tu Hijo,
Conocí que estás amoroso de la belleza de tu hechura.

¡Oh abismo!, ¡Oh Trinidad eterna!
¡Oh Deidad! ¡Oh mar profundo!:
¿Podrías darme algo más preciado de que a ti mismo?
Tú eres el fuego que siempre arde sin consumir,
Tú eres el que consumes con tu calor
Los amores egoístas del alma.
Tú también eres el fuego que disipa toda frialdad.
Tú iluminas las mentes con tu luz
Por lo que me has hecho conocer de tu verdad.

En el espejo de esa luz, te conozco a ti
Bien sumo, bien sobre todo bien,
Bien dichoso, bien incomprensible belleza,
Sabiduría sobre toda sabiduría.
Tú, el pan de los ángeles,
Por tu ardiente amor
Te has entregado a los hombres,
Tu vestido cubre mi desnudez
Y con tu dulzura me alimentas
¡Oh Trinidad Eterna!
Oración de Santa Catalina de Siena




¡Oh Dios mío, trinidad adorable, ayúdame a olvidarme por entero para establecerme en ti!

¡Oh mi Cristo amado, crucificado por amor! Siento mi impotencia y te pido que me revistas de ti mismo, que identifiques mi alma con todos lo movimientos de tu alma; que me sustituyas, para que mi vida no sea más que una irradiación de tu propia vida. Ven a mí como adorador, como reparador y como salvador...

¡Oh fuego consumidor, Espíritu de amor! Ven a mí, para que se haga en mi alma una como encarnación del Verbo; que yo sea para él una humanidad sobreañadida en la que él renueve todo su misterio.

Y tú, ¡oh Padre!, inclínate sobre tu criatura; no veas en ella más que a tu amado en el que has puesto todas tus complacencias.

¡Oh mis tres, mi todo, mi dicha, soledad infinita, inmensidad en que me pierdo! Me entrego a vos como una presa; sepultaos en mí para que yo me sepulte en vos, en espera de ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.

Beata Isabel de la Trinidad

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