El Siervo
de Yahvé: Así lo anunció el profeta Isaías, hablando de un personaje
misterioso, del Siervo de Yahvé:
“Sin
figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de
los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el
cual se ocultaban los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros
sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido
de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado
por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices
nos curaron. (Isaías 53, 2-5).
Las palabras
del profeta nos conmueven, no podemos quedar indiferentes ante la figura del
Siervo, que sufre, acepta los dolores, persecuciones y desprecios, y, que, aunque
siendo rechazado, es capaz de salvar a la humanidad por amor. Un siervo que anticipa
en sí las señales y las vivencias de la pasión de Jesús.
Jesús muere
en la Cruz: “Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el
espíritu. Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la
tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos
cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas
después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que
pasaba, dijeron aterrorizados: «Verdaderamente este era Hijo de Dios” Mt
267,50-54.
Cuando
Jesús exhaló el espíritu, el velo del templo se rasgó, la tierra tembló, todo
se volvió oscuridad y silencio; el mundo, la humanidad y toda la creación
quedaron atónitos; es una muestra más de la lucha entre el bien y el mal, entre
la vida y la muerte. En Jesús se concentra todo el mal, porque él libremente
aceptó y asumió cargar con nuestros pecados y los males del mundo. Con su
muerte nos abre el camino a la vida eterna y al triunfo del amor de Dios.
El
Centurión, tras la muerte de Jesús, tomó conciencia del acontecimiento que
estaba viviendo, reconociendo a Jesús como verdadero Hijo de Dios, abrió los
ojos a la fe, a la luz, al Espíritu Santo.
Hoy es VIERNES
SANTO, todos estamos llamados a contemplar la Cruz de Jesús, mirando
su rostro ensangrentado, y dejándonos amar y transformar por su mirada llena de
amor por todos.
En el
corazón del crucificado, todo lo que es imposible para el hombre se llega a convertir
en realidad; de la traición nace la amistad, de la negación el perdón, del odio
el amor y de la mentira la verdad. Este es el poder y la fuerza del amor de
Dios, que se muestra en la fragilidad, en la cruz de Cristo.
Acompañamiento
Humano Espiritual
Marlene
Suárez Francia.