viernes, 27 de diciembre de 2024

Reflexión: Fiesta de San Juan Evangelista - Jn 20, 2-8

         
    La Verdad y el Amor siempre corren uno al lado del otro, por eso el evangelio de hoy nos habla de la carrera de Pedro y Juan en la mañana de Pascua. Pero el Amor, representado por la agilidad y la juventud de Juan, siempre va primero. Luego tendrá que esperar a que la Verdad, es decir, Pedro, se meta de verdad en las cosas, en ese sepulcro descubierto. Hay como una especie de equilibrio entre estos dos personajes y, por tanto, entre estas dos dinámicas existenciales del Amor y de la Verdad. Nuestra vida es inconcebible sin esta sin estas dos personas, sin este dúo. Excluir la dinámica de la Verdad, por ejemplo, sería condenarnos a un bajo sentimentalismo en el que sólo seríamos rehenes de las emociones fáciles. Al mismo tiempo, excluir el Amor de la Verdad significaría entrar en un cálculo que a la larga sólo nos sumiría en un frío y estéril cinismo lógico. Verdad y Amor son, pues, como dos vías que nos llevan a vivir y a entrar en el corazón de la vida de la manera más correcta posible. Pero también hay que decir que, si bien Verdad y Amor siguen siendo dos actitudes esenciales, también son radicalmente distintas. Sólo el Amor, por ejemplo, intuye antes que todos los demás la espiga cargada de frutos cuando la semilla está aún oculta bajo la tierra. Es la misma intuición de la resurrección de Cristo que tiene Juan ante el sepulcro vacío y la visión de los paños puestos sobre la piedra. Nada se ve en la evidencia, pero Juan comprende lo que ese vacío, esa ausencia, indica antes que todos los demás. La Verdad constata, averigua, precisa, ilumina, hace vivible, pero sólo a condición de que exista antes la intuición clarividente del amor. Por eso no es erróneo decir que el Amor prevé, es decir, que sabe ver de antemano.  Así pues, Pascal tiene razón cuando dice que «el corazón tiene sus razones que la razón no conoce». Hay una inteligencia del corazón que hay que cultivar siempre. Es esa inteligencia en la que San Juan sobresalía por encima de todas los demás: el talante del corazón. Este talante se manifiesta más claramente en Juan que en los otros discípulos porque tiene una mirada, una intuición diferente que percibe más profundamente que los demás. Se trata de una mirada amorosa que percibe la presencia de la novedad de Jesús. Estas personas alertan también a los que le rodean. En aquella ocasión, Pedro, alertado por la afirmación de Juan también reconoce y empieza a entender. Esto nos tiene que hacer entender a nosotros la influencia que tenemos en los demás cuando profundizamos y nos dejamos enseñar por lo que Dios quiere decirnos con su Palabra y a través de los acontecimientos y circunstancias vividas día a día.

 San Juan 20,2-8




1 comentario:

  1. Me gusta ese planteamiento de Amor y Verdad. Muy clara y precisa esa reflexión. Gracias.

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