jueves, 26 de diciembre de 2024

San Esteban, protomártir: exigencia extrema del amor

 

      San Esteban fue el primer mártir del cristianismo. Murió lleno del Espíritu Santo, rezando por los que le apedreaban. «Ayer, Cristo fue envuelto en pañales por nosotros; hoy, cubre Él a Esteban con vestidura de inmortalidad. Ayer, la estrechez de un pesebre sostuvo a Cristo niño; hoy, la inmensidad del cielo ha recibido a Esteban triunfante. El Señor descendió para elevar a muchos; se humilló nuestro Rey, para exaltar a sus soldados».

        La historia del primer mártir Esteban parece desentonar con el ambiente alegre de la Navidad. En cambio, pensándolo bien, su historia está absolutamente en consonancia con la Navidad, porque la hermosura de algo se mide por lo que uno está dispuesto a perder por ese algo. Y saber que Esteban estuvo dispuesto a morir por amor a Cristo nos recuerda a cada uno de nosotros que ayer no nació un niño cualquiera, ni simplemente un niño prodigio, sino un niño por el que un día legiones de personas preferirán dar su vida para no negarle, para no faltar a la buena nueva de amor que vino a proclamar. No es fanatismo, es la exigencia extrema del amor. Es la misma lógica de una madre: nunca cambiaría a su hijo para salvar su vida. El sacrificio de esa madre no es fanatismo, es una exigencia de amor. Los mártires son ante todo personas profundamente enamoradas de la vida, pero ante la disyuntiva de tener que elegir por qué razón vivir prefieren no negar esa razón hasta el punto de morir, porque ya no tendría sentido vivir negando la razón por la que la vida es digna de ese nombre. Siempre se trata de elegir entre lo que merece la pena y lo que no. Es el criterio último por el que deberíamos vivir cada día: deberíamos preguntarnos siempre si las cosas que vivimos merecen la pena o no. Siempre debemos preguntarnos si estamos eligiendo o simplemente dejándonos llevar por los acontecimientos. Pero lo cierto es que, por muy dramática que sea la historia del martirio, el Evangelio nos tranquiliza al menos en una cosa: «Cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué diréis, porque en esa hora se os dará lo que tenéis que decir: porque no sois vosotros los que habláis, sino que es el Espíritu de vuestro Padre el que habla en vosotros». Los más grandes mártires murieron con estas palabras subversivas: «Yo os perdono». Son las mismas palabras que Jesús dirigió en la cruz a sus verdugos. Son las mismas palabras que Esteban dirigió a sus verdugos.

El Ejemplo de San Esteban nos hace entender que todo cristiano ha recibido la apasionante misión de difundir el anuncio de Jesucristo con sus palabras y sobre todo con su vida, mostrando la alegría del evangelio aún en el martirio si surge de este testimonio cono de tantos otros puede tomar la fuerza para su propia misión.

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