Mateo 17,10-13
«Entonces los discípulos le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías tiene que venir primero?». Todo el Antiguo Testamento termina con la espera de Elías, y el corazón de los Evangelios tiene su punto culminante en la Cruz, cuando todos los presentes esperan la venida de Elías. Detrás de esta espera está la promesa de que lo importante siempre tiene algo que prepara el camino y señala la senda. Pero Jesús nos recuerda en voz alta que el destino de todos los profetas es pasar desapercibidos en el momento en que hablan y profetizan: «Y él respondió: Sí, Elías vendrá y restaurará todas las cosas. Pero yo os digo que Elías ya ha venido y no le han reconocido; al contrario, le han tratado como han querido. Así también el Hijo del hombre tendrá que sufrir a manos de ellos'». Es una amarga verdad: comprendemos la importancia de algo o de alguien cuando ya es demasiado tarde. Sin embargo, nos basta ser más sencillos, más humildes, más pacientes y más leales, para darnos cuenta de que el Señor llena nuestra vida de lo que importa a través de las cosas más ordinarias y menos evidentes de que está hecha nuestra existencia. Siempre queremos un efecto especial que nos diga que esto es así, pero la verdad es que quien busca efectos especiales no se da cuenta de cuánta belleza hay en las cosas sencillas que nos rodean y que nos hablan sin gritar. La verdad que buscamos ya no tiene que ver con el futuro, sino con el presente que tenemos ante nuestros ojos. Es una lección que los pastores aprenden inmediatamente cuando, la noche en que Jesús viene al mundo, reconocen al Hijo de Dios en un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. En esa sencillez desarmante son capaces de realizar el gesto de fe más sublime: «y postrándose, lo adoraron». El Adviento es el tiempo en el que debemos hacer las paces con un Dios que no necesita llamar la atención para venir al mundo, sino que necesita un corazón atento que sepa discernir con detalle lo esencial que se busca y que, habiéndolo encontrado, llene la vida a rebosar
No hay comentarios:
Publicar un comentario